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(Julio 2012)
Son mis primeros días en Madryn, en la radio discuten sobre el problema de las gaviotas: resulta que en los últimos años, las gaviotas tomaron por costumbre alimentarse de la piel de las ballenas que cada año visitan la costa y los especialistas indican que esto las está perjudicando tanto física como psicológicamente. Cada vez es menor el tiempo que pasan en la superficie para respirar mostrando menos su lomo en relación con años anteriores y sus cicatrices por los picotazos crecen constantemente. Las ballenas están molestas y la gente, preocupada. En voz baja también se teme por la posibilidad de que éstas adopten otro lugar para su apareamiento dejando la ciudad sin sus regulares visitas y claro… sin los miles de turistas, biólogos y fotógrafos que atraen año tras año.
La charla en la radio sigue su curso y con tono totalmente casual se comienza a discutir la mejor forma de matarlas y la efectivización de un nuevo proyecto con el cual se eliminaría el problema a balazos limpios. Comienzo a prestar total atención a la radio, me cuesta creer que tan abiertamente hablen de disparar a mansalva a cuanta gaviota se cruce (ojo, no voy a ser tan ingenuo como para pensar que no se haga esto con otras especies en cualquier otro lado del planeta, pero ya hablarlo tan abiertamente, casi como si nada, me suena algo chocante).


imagen: diario Día a día


Durante este mes cada vez que hablo con alguien de otra provincia, lo primero que me preguntan es: “es cierto eso de que van a matar a escopetazos a las gaviotas?”. Lo cierto es que sí, bizarro como suena hay planes, esquemas y puestas en marcha para erradicar la mayor cantidad posible... acá sí que no hay greenpeaces ni save the planet… bueno, al menos no del lado de las gaviotas.

En la Península, se habla de lo poco efectivo que es una escopeta, de lo imperativo que es hacer algo al respecto para ayudar a las ballenas, y de cómo las madres gaviotas enseñan a sus hijos a picotear ballenas empeorando la situación.

La realidad es que una importante parte de la costa argentina tiene como sustento económico el turismo que viene a observar ballenas y el temor de que éstas se muden a otras regiones marítimas es gigante, nadie duda en ponerse la camiseta del equipo cetáceo sin tener el menor reparo en las aves de cara graciosa. Mientras tanto, guías y guardaparques optan por olvidar este tema cuando proclaman orgullosos que ésta es de las pocas áreas mundiales donde se protegen el 100% de las especies en su interior.

Hay diversas teorías sobre el por qué de este nuevo bulling de las gaviotas hacia las ballenas (que comenzó por los ’60), yo me inclino a pensar que es una suma de factores (algunos más, algunos menos), entre los principales están el crecimiento de basurales a cielo abierto y el NO TRATAMIENTO de los desechos de los barcos pesqueros de calamares y langostinos.


Playa Doradillo, con Madryn de fondo


Playa Doradillo, con Madryn de fondo


El abanico de soluciones se redujo al certero del gatillo, por lo que (por vergüenza ajena), prefiero no saber quiénes son los capacitados que evaluaron la situación, mientras tanto se va llenando una planilla diaria con el número de gaviotas eliminadas.
Los gobernantes de turno hablan lo menos posible del tema; los que quieren quitarles el puesto apuntan a lo ridículo de la decisión y la obviedad de realizar un tratamiento a los basurales, los periódicos pro-gobierno apuntan al peligro que es para las ballenas y a la necesidad de eliminar a las gaviotas por el malestar visual que genera a los turistas (esto último lo leí textual en un diario, así de ridículo como se oye); los periódicos anti-gobierno no necesitan mucho para marcar los acentos de la burralidad que está ocurriendo y de paso atraen gente a su causa; palabras van, balas vienen, la temporada de ballenas avanza; a la gente les van chupando un huevo las gaviotas y los cetáceos, los turistas se van felices, los dólares se quedan en casa.




Cara de qué lo qué mirás!

Los días propicios para nadar en Puerto Pirámides son contados (al menos para mí que no me va para nada meterme con el agua fría); por lo que en verano, cada día que hace calor hay que aprovechar para zambullirse un rato. En una de las puntas de la bahía, está el muelle desde donde se puede tirar al mar cuando hay marea alta, quedando el agua a uno o dos metros aproximadamente. Luego de algunos espectaculares saltos dignos de los mejores niveles de Celebrity Splash nos quedamos en la orilla a descansar.


Vista desde el muelle

Mientras estábamos parados, Fede (un compañero de trabajo) me señala unos lobos marinos a unos 15 mts desde la costa donde estábamos que se alejaban de a poco. Nos tiramos al agua y nadamos hacia ellos unos 30 mts hasta que me grita que venían hacia nosotros, lo veo meter la cabeza bajo el agua, hago lo mismo y veo una loba (calculamos, por el tamaño) que pasa por debajo de él para luego pasar por debajo mío y volver al grupo de lobos marinos, unos cuatro en total. Esto se repite algunas veces, mientras nos vamos alejando de la costa persiguiéndolos. Luego de un rato comenzamos a volver, viendo que era imposible acercarnos más, cuando la loba da una última pasada por debajo nuestro para luego emerger en frente mío y acercarse por debajo del agua al alcance de mi mano. Me sumerjo y quedamos frente a frente con el lobo, de unos 1,5mts que rotaba como si nada al frente mío mientras yo de pedo me mantenía a flote. El lobo se va, yo quedo cagadaso hasta las patas, tuve la sensación de que el bicho, si le pintaba hacía lo que quería conmigo ya que mis habilidades nadadoras no son nada grandes que digamos.

Bueno, nada, una experiencia medio curiosa, inesperada… Sobre la playa a veces se ven lobos grandes que quedan como varados cuando baja la marea, pero el verlos en el agua fue algo totalmente distinto.







Hace algunos años (unos 20 en realidad) vi por primera vez el salto sobre rampa de arena de una motocross en algo que supongo, habrá sido como una versión anterior a lo que hoy son los x-games, desde ese preciso instante sentí fascinación por todas las actividades que impliquen algo de vértigo y adrenalina. Como todas estas actividades son por lo general muy caras, no las hago tan a menudo como quisiera, pero siempre están dando vueltas por mi cabeza. Por eso fue que cuando me comentaron mis amigos su plan de recorrer el oeste de Sudamérica lo primero que vino a mi mente no fue la playa de montañita, ni el pisco, ni las ruinas de Machu Pichu, ni Uyuni… no, nada de eso. Lo primero que recordé fue un programa que había visto hace tiempo (MDQ) donde uno de los conductores se tiraba desde el bungee más alto de América que acabó con mareo y un derrame en el ojo luego de haber saltado. No estaba seguro, pero recordaba vagamente que el lugar estaba por la zona de Baños–Ecuador, cerca de nuestro recorrido. Luego de buscar un poco por Internet vi que era en Cuzco, lo que venía bárbaro, ya que ahí íbamos a estar varios días.



Salto bungee en Salta, Dique Cabra Corral

Ni bien llegamos a Cuzco (Domingo), llamé a la empresa donde se hacen los saltos y me dicen que estaban repletos. Las agencias de turismo acumulan grupos de turistas que llevan al parque colmando todos los fines de semana, pero en la semana no está tan concurrido; de hecho el miércoles que fui, éramos 2 nomás en todo el lugar. Según me comentaba la gente del parque, el 95% de los que concurren a este tipo de cosas son israelíes, que tienen fama de mandarse a todas las actividades de aventura que se le crucen (razón que algún día me hará visitar Israel).

El salto en bungee es similar a cualquier otro, la distancia de caída libre es de 100mts (me parece que hay uno en EEUU que es más alto), lo que sí tiene de distinto es que subís desde una plataforma en el piso, tipo grúa, por lo que metro a metro que vas subiendo se siente más el cagazo, de todas las veces que hice esto, acá fue la primera que no me animé a mirar abajo antes de saltar.


Elevador Action Valley, Cuzco

En fin, este post no es para hablar del salto en sí, sino de otra actividad que descubrí ahí y esa sí que fue algo totalmente distinto a cualquier cosa que haya hecho antes.

Se llama Slingshot o Superman:
Desde el piso, te atan a un gancho mientras un elástico sube a más de 100mts de altura formando una especie de hondera donde vos sos el proyectil.
Al cortar la soga la sensación es tipo una película, no te das cuenta que estás volando, sino que ves cómo todo el piso se aleja rápidamente hasta quedar bien chiquito escuchando el zumbido del viento en los oídos. Quedás suspendido en el aire, se te acomodan todos los órganos del cuerpo y ahí sí… tremendos segundos de caída libre para rebotar y volver a subir sintiendo como se te sube toda la no sé qué (pongámosle “adrenalina”) por todos lados; nuevamente quedás suspendido viendo al mundo bajo tuyo para caer otra vez sin ninguna limitación de movimiento, todo se repite 2 veces más.

No creo poder transmitir el furor de lo que se siente mediante la lectura, sí con palabras que acompaño con toda la emoción de describir cada una de las sensaciones pero imagínense lo que sería salir disparado tipo proyectil unas 4 veces sumado a 4 caídas libres todo en junto pero en el que cada segundo se siente eterno y cada momento indescriptible.

[VIDEO]

Les recomiendo que si pasan por Cuzco no se queden sólo con la arquitectura, historia y demases y dense una oportunidad de experimentar algo increíble.
Cuesta poco menos de u$d100, así que es un poco caro, pero créanme, vale la pena.

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